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jueves, 24 de noviembre de 2011

- ERRE QUE ERRE…

EL “concepto de desarrollo sostenible es científicamente inconstruible, culturalmente desorientador y políticamente engañoso” [1]

La Cumbre de Río en 1992 consolidó el término desarrollo sostenible como una solución que permitía seguir avanzando y a la vez respetar los límites ambientales. Sin embargo, la limitación de recursos naturales está condicionando las políticas económicas en los países desarrollados, aunque no hasta el punto de afectar a lo estructural, es decir, no hasta provocar un replanteamiento hacia la conversión integral de la explotación.

Frente a la previsión y reestructuración, preferimos la sobreexplotación y la externalización.

El resultado es desigualdad y debilitamiento de las democracias en el norte, y empobrecimiento e imposibilidad del acceso igualitario de la población, a los bienes y a los derechos en el sur.





La raíz se hunde en la errónea idea de progreso alimentada con etnocentrismo, que ha conjugado positivismo y conocimiento, teniendo al ser humano como medio y no como fin del desarrollo. Aunque se alzaron voces opositoras a esa ideología de la modernidad que encumbrara la razón instrumental, como las de W. Benjamin o Adorno.


En este camino tanto Marx como Hegel entendían que habíamos de encontrar obstáculos, pequeñas pérdidas, costes menores, que el propio proceso regeneraría, pero incluso el proceso parece haber fracasado en sus fines, generalizando todo tipo de pérdidas.


Los países del Norte hemos vivido derrochando los recursos de los que la naturaleza nos proveyó, esquilmando la biodiversidad e impidiendo el acceso igualitario de la población –mundial - al uso y disfrute de estos bienes. Hemos producido una crisis ecológica que ha concluido con el agotamiento de los recursos naturales (materias primas y combustibles fósiles), la destrucción de los ecosistemas y la contaminación que -tiene entre otras consecuencias- la aceleración del cambio climático.


Ante esta situación quizá sea hora de preguntarse, si es necesario un cambio de paradigma del crecimiento sostenible al decrecimiento “sostenible”.

Es posible vivir mejor con menos, dejar de crearnos falsas necesidades en el mundo desarrollado, y dejar de creer que quienes no tienen nuestros lujos los desean.


Las políticas propias del crecimiento (economía de escala, competitividad y urgencia) favorecen a medio plazo el deterioro de las condiciones de vida y dificultan la posibilidad de un descenso ordenado. Sin embargo, ceñirse a principios que sean adecuados a situaciones de recursos limitados (escala reducida, eficiencia, cooperación, durabilidad) puede hacer que durante el descenso se mantenga un nivel suficiente de bienestar. [2]


Serge Latouche enumeró las 8Rs que a menudo se resumen en tres: reducir, reutilizar, reciclar. Junto con: recontextualizar, repensar, revaluar, relocalizar y redistribuir; supone otra manera de re-pensar, desaprender un modo equivocado de entender la vida en el planeta.


[1] García, E. (1999): El trampolín fáustico: ciencia, mito y poder en el desarrollo sostenible. Tilde. Valencia.
[2] Entrevista a Ernest García, profesor de Sociología y Antropología social de la Universidad de Valencia. “El crecimiento desmedido primero se autocancela y luego se torna destructivo”. Revista Teína, junio 2005.
http://www.revistateina.com/teina/web/teina8/dos5.htm
García, Ernest. 2005: El cambio social más allá de los límites al crecimiento: un nuevo referente para el realismo en la sociología ecológica.





2 comentarios:

  1. Leer tanta verdad junta asusta!
    Me alegra poder seguir leyendote; 1 beso marisa!

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  2. Ey! no pensé que seguías con el blog y me encuentro esta pedazo de reflexión, genial! Me junto al grupo de la gente luchadora por el decrecimiento. No nos vale con frenar el ritmo de destrucción, o invertimos el camino o nos la pegamos.

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