Desde el aire se ve Tres Forcas, como un espigón punzante adentrándose en el mar.
Desde tierra, es un extenso roquedal al tocar el agua espumante. En algún recodo arenoso, recónditas calas apenas accesibles.
El tortuoso camino merece la pena.
Hay barquitas panza arriba reposando entre la orilla y las casas de pescadores, y una tranquilidad insólita después de tanta algarabía vocinglera.
A Tres Forcas, nos acercamos el primer domingo que pasé aquí.
Como es sabido, “el paisaje es un estado del alma".
Jolín, qué bonitas las fotos...aunque simpre, en tu caso, lo mejor es la descripción de la autora, gracias Marisa!
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